sábado, 10 de marzo de 2012

Caperucita roja (versión apócrifa)

Historia de amor presunto
De un animal y una niña
Que tras furibunda riña
Se fueron a vivir juntos.

En un bosque muy lejano
Donde no hay cobertura,
Vivía una niña pura
Con solo dieciocho años.

Estando lleno el pluviómetro
Encomendaron a ésta
Dar a la abuela una cesta
Que vivía a diez kilómetros.

Y como la lluvia era mucha
Dijeron a esa ricura
Que para evitar mojaduras
Se pusiera la capucha.

Una vez en el camino
Un lobo la olisqueó
Y con boca abierta mostró
Sus afilados caninos.

Y la niña encapuchada
Ajena al fiero peligro
Iba feliz al abrigo
De la lluvia que mojaba.

Pero al tomar un atajo
Para llegar más temprano,
Tembló la cesta en su mano
Cuando un ruido la atrajo.

No era canción melodiosa,
Ni siquiera pegadiza,
Mas siendo enamoradiza,
La niña acudió gustosa.

El gran lobo abrió sus fauces
Y Caperucita impasible
Le dijo con voz audible:
«¿Se puede saber qué haces?»


Ante este inesperado
Proceder de la muchacha,
Maldijo el lobo su racha
Del cazador que es burlado.

«Solo comerte pretendo»,
Dijo el can con timidez,
«Pero aquí hay que pedir vez
Porque si no, no meriendo.»

La moza compadecida
Después del primer embate,
Dio por concluido el combate
Y le dijo conmovida:

«Por ser un lobo sincero,
Que al diálogo te avienes
Y maldad tampoco tienes,
Me parece que te quiero.»

Y ambos participaron
De la cesta el contenido,
Con pollo frito incluido,
Y ni los huesos dejaron.

Y al fin el amor triunfó
Y la abuela desgraciada
Se murió deshidratada
Pues la cesta no llegó.

Y cuando la fueron a ver
Pasados un par de años,
Solo encontraron gusanos
Y unos huesos que roer.

Y aquella noche de vigilia
Muy juntos, bajo las ramas,
Al son del croar de las ranas,
Se consumó la zoofilia.

Y cuando la lluvia más moja,
Unos lobeznos peludos
En vez de mostrarse desnudos
Llevan una caperuza roja.
 
José M. Ramos. Agosto 2011