sábado, 10 de marzo de 2012

El cacique


El mayoral y su esposa
segando estaban los tallos,
y su hijita de tres años
los observaba curiosa.

Volvían los jornaleros
decayendo la jornada,
cuando al cruzar la vaguada
se acercaba un caballero.

Una vez que se advirtió
al hombre entre la maleza
con ínfulas de grandeza,
la pareja saludó:

«Buenas tardes, D. Arturo»,
dijeron al recién llegado,
y este respondió indignado,
sin devolver el saludo:
«Cuando hoy el gallo cantó
el trabajo se ha iniciado
¿Cómo es que habéis acabado
cuando la noche aún no entró?»

El campesino en susurros,
contestó con desazón:
«La niña tuvo una insolación
y está enferma, D. Arturo.»

Y el cacique despiadado
dijo al pobre mayoral:
«Descontaré del jornal
El día desperdiciado.»

Y el otro, flaco y con canas,
contestó con humildad:
«Gracias por su bondad
dejándonos seguir mañana.»


José M. Ramos. Tarifa (Cádiz), 20 julio 2011