domingo, 11 de marzo de 2012

El cero

Quisiera hoy hablar del cero
que, aunque sencillo aparenta,
cuando operar con él se intenta,
resulta todo un misterio.

Si lo uso en exponente
siempre nos va a dar uno,
pese a no ser oportuno,
lógico o convincente.

Si le aplico el factorial
el uno me vuelve a dar;
parece volverse a empeñar
en generar la unidad.

Y saliendo del armario
ambos son novios presuntos,
cohabitando los dos juntos
en el sistema binario.

Y aunque el cero es menor,
porque nació un poco tarde,
siempre está haciendo alarde
de su falta de valor.

Lo que lo hace diferente
del resto de sus colegas
que tienen envida ciega
del cero tan prepotente.

Y para escarnio mayor
todos lo ven descontentos,
al ser el único exento
de ser denominador.


El mundo creó, Dios travieso,
de la nada… ya se sabe,
y en el cero está la clave
del albor del universo.

Pues la nada y el cero son
en esencia cosa igual,
detonantes al final
de primigenia explosión.

Por lo que al cero debemos
nuestra existencia en el cosmos
y todos sus hijos somos,
pues de la nada nacemos.

Toda esta reflexión,
burda pero filosófica,
tal vez nos parezca exótica,
excéntrica y sin razón.

La crítica no me enfada,
porque al poeta permiten,
y a ello se remiten,
licencias ilimitadas.

Resumiendo he de decir,
a modo de corolario,
que el cero sería necesario
en caso de no existir.


José M. Ramos. Pontevedra, 16 febrero 2012.

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