domingo, 11 de marzo de 2012

El duelo

Por una cuestión de amoríos
se ofendió un caballero
cuando un joven pendenciero
le dijo con muchos bríos:

Aunque no esté en el infierno,
puedo advertir, caballero,
que debajo del sombrero
le están saliendo los cuernos.

Ante tal acusación,
aquel hombre cuya esposa,
era una mujer hermosa,
exigió satisfacción.

Los padrinos acudieron
para acordar pronto el duelo.
Lo hicieron con mucho celo
y las normas impusieron.
La pistola sería usada,
pues un disparo certero
resultaba menos fiero
que batirse con espada.

Una vez en el lugar
se colocaron a distancia.
Los padrinos con prestancia
se pusieron a contar…

Se escuchó una detonación
seguida por otro tiro.
Nadie cayó abatido
porque ninguno acertó.

Y al comprobar signos externos
de no haber salido heridos,
dijo el mozo al ofendido:
¡Suerte que apunté a los cuernos!


José M. Ramos. Pontevedra, 9 de diciembre 2011