lunes, 26 de marzo de 2012

El milagro

Como dice un argentino,
Imaginate la guita
si tuviese una varita
que transforme el agua en vino.

Y ya de pedir sugiero
a ese mágico utensilio
que acuda raudo en mi auxilio
y sea Ribera de Duero.

Y dado que el agua moja,
e insípido es su sabor,
tendría mucho valor
que el vino fuese rioja.

A esos deseos me ciño,
pues no quisiera abusar,
mas puestos a demandar,
que también sea albariño.

Y si en mi empeño no cejo,
con la mágica varita,
haría que de la espita
manase escocés añejo.

Vino, whisky o aguardiente…
iría gritando eureka
a montar la vinoteca
y a registrar la patente.

Sería más dios que Baco,
se acabarían mis penas
y el dinero a manos llenas
rebosaría en mi saco.


Y aunque es rizar el rizo
pretender esa proeza,
no resulta una rareza
pues Jesucristo lo hizo.

En las bodas de Canaan
Se sirvió un vino corriente;
Llegó Jesús complaciente
Y para todos champán.

Pero Él no gestionó
el potencial de su acto,
tal vez por cuestión de tacto
o porque era hijo de Dios.

Yo considero un estrago
que si el agua se hace vino,
ribera, rioja o fino,
no se aproveche el milagro.

Si yo tuviese el poder,
ni tacto ni mil puñetas,
que bien vienen las pesetas
para vivir como un rey.

Yo no pierdo la esperanza
e investigo con afán
lo que Cristo hizo en Canaan
durante aquella pitanza.

Locura me diagnostican,
pero si logro la hazaña
tras la muerte y su guadaña,
Seguro me beatifican.


José M. Ramos. Pontevedra, 26 marzo 2012.