sábado, 10 de marzo de 2012

El pelota


Era el primero en llegar
a su puesto de trabajo
y laboraba a destajo
para así promocionar.

A sus jefes lisonjeaba
haciéndoles reverencias
y estando en su presencia
inclusive se arrastraba.

Sus colegas de oficina
al ver sus dotes de actor
ante un simple director
le tomaron cierta inquina.

Pero al llegar la hora fatal
en que hay que decidir
a quien hay que despedir
porque sobra el personal,
El más claro candidato
de la lista tan temida
fue el que hizo de su vida
una alfombra de zapatos.

Y con el refranero a mano
solo puedo constatar
que por mucho madrugar
no amanece más temprano.

Aunque si surge la duda
y te guía la sapiencia,
mejor es esta sentencia:
Al que madruga Dios le ayuda.

José M. Ramos. Pontevedra, octubre 2011