sábado, 10 de marzo de 2012

Modesto

Presumido y orgulloso
era todo petulancia,
el colmo de la arrogancia
y se jactaba de hermoso.

Nunca estaba dispuesto
a errores reconocer
ni daba su brazo a torcer
y se llamaba Modesto.

La razón a nadie daba,
y aunque a veces fue un felón,
jamás supo pedir perdón
y Modesto se llamaba.

La palabra humildad
no estaba en su diccionario
aunque sí lo cubrió el sudario
cuando lo enterró el abad.

San Pedro cerró sus puertas
Y acogieron en el Hades
al hacedor de maldades
y al que vive en plena afrenta.

Así que en el más allá
no le valió el autobombo
y por encima del hombro
a nadie pudo mirar.

Y como ante el diablo se viera
agachando la cabeza
rogó con delicadeza
que no lo asase en la caldera.

Y Satanás con un gesto,
de desprecio y con donaire,
dijo que ya era muy tarde
para que fuera modesto.
 
José M. Ramos. Cádiz, 30 julio 2011