sábado, 16 de junio de 2012

El cazador cazado


En aquella oscura estancia
te espiaba yo ladino,
y con mi olfato tan fino
me embriagaba tu fragancia.

Ajena tú a mi presencia,
te mirabas al espejo
que devolvía el reflejo
de tu sin igual belleza.

Cuanto más yo te veía,
en mi despertaban ansiosos
instintos libidinosos
y mi excitación crecía.

Sin poder ya contenerme
Hacia ti fui raudo y veloz
Con un ímpetu feroz
Y ansias de poseerte.

La irrupción de aquella sombra
que te tomó entre sus brazos
prodújote tal embarazo
que te caíste en la alfombra.


Y allí, al desvanecerte,
y al verte frágil y pura
cesó pronto mi calentura
y ya no quise tenerte.

A tus labios y nariz
aplique sales y aromas,
y cuando saliste del coma
tú te fijaste en mi.

Al verte casi desnuda,
ante mi mirada atenta,
con una caricia lenta
tocaste mi faz barbuda.

Y con mucho desparpajo,
sin siquiera darme cuenta,
ágil te diste la vuelta
y me tenias debajo.

Y en ese mismo instante,
sin yo poder evitarlo,
en el suelo de tu cuarto
sin piedad me violaste.

Pontevedra, 16 de junio de 2012.

jueves, 7 de junio de 2012

La Venganza


Rendido ante la adversidad,
vi como me engañabas
y con otro retozabas.
¡Qué perfidia y qué maldad!

Después de todo el amor
que mi alma generosa,
dulce, gentil, dadivosa,
desprendida te entregó,

tú a cambio me prodigas
burlas infames y sucias
por lo que el dolor me acucia
y se revuelven mis tripas.

Pero el día que este duelo
por tu cariño perdido
haya caído en olvido
y ya no me quite el sueño,

ve preparando tu alma,
porque después de tus chanzas
prepararé mi venganza
con tranquilidad y calma.

Y el día menos pensado,
cuando a salvo tú te creas,
y con mi rival te veas
allí estaré agazapado

y a ambos os sorprenderé
Sin hacer ruido alguno,
y levantando mi puño
al hombre acuchillaré.

Con goce oiré como chillas,
disfrutando de tu horror
viendo el cambio de color
del rosa de tus mejillas.

Y tu horrible palidez
será para mí ambrosía.
¡Mala mujer, puta, arpía!
¡Cállate ya de una vez!


Acto seguido te haré
morder el polvo del suelo,
y con tu propio pañuelo
tu garganta apretaré.

Y entre estertores tus ojos,
de sus orbitas saldrán
y lo último que verán
será mi rictus de gozo.

Cuando tu bonito cuerpo
se convierta en masa inerte,
en la que ha entrado la muerte,
solo servirá de estiércol

para abonar esos huertos
sitos en el camposanto
que cubre con triste manto
a esos millares de muertos.

Serás en el cementerio
un cadáver putrefacto
consecuencia de tus actos
y el pecado de adulterio.

Pronto lo haré, pero ¿cuándo?
No espero tu senectud.
Matándote en tu juventud
tu castigo yo adelanto.

Tras pasar muchos inviernos,
llegado el último minuto,
No temeré en absoluto
encontrarte en el infierno.

Pues como la venganza nada
resulta tan placentero,
Es por ello porque quiero
verte pronto amortajada.



José M. Ramos. Junio 2012