sábado, 28 de junio de 2014

La última lección

Esta es la triste historia
De un probo maestro rural
Que a su lengua natural
Trataron como a una escoria.

Cuando la guerra acabó
Y los fascistas llegaron
Los vencidos se humillaron
Y los vencedores no.

Se encontraba Don José
Enseñando a sus rapaces,
Mocitos ya muy sagaces,
A multiplicar por tres.

De pronto un ruido se oyó
Y en umbral de la puerta;
Una aparición siniestra
En el aula hizo irrupción.

Un hombre de tez muy seria
Apoyado en un bastón
Avanzó con decisión
Con una leve cojera.

Trajeado con prestancia,
Yugo y flecha en la solapa,
Se dirigió hacia un mapa
Con manifiesta arrogancia,

Que en la pared, desabrido,
Dejaba ver una España
Que aquella guerra con saña
En dos había partido.

¡Arriba España, Pardiez!
Dijo el hombre alzando el brazo,
Tronando cual cañonazo:
¡Y qué Viva Cristo Rey!

Los chiquillos confundidos
Miraban a los adultos
Y no salían del susto
Ante aquellos alaridos.

Con afectado valor,
y escoltado a ambos lados
por dos guardias tricornados,
Se acercó al profesor.

Esa lengua me desgonza,
Ya que al español profana
Esa cháchara aldeana,
De bárbaros jerigonza.

El español fue triunfante
Allende el extenso mar,
¿Cómo osa desafiar
Al idioma de Cervantes?

Se impuso a la lengua azteca,
Llevó de Dios el mensaje
A aquellas hordas salvajes
Que tal vez ni lo merezcan.

Si a América conquistó,
¿Cómo es posible que usted
Cometa la insensatez
De no enseñar español?

Con mucho desasosiego,
El maestro respondió:
¡Non abomino o español
Pero eu amo o galego!

El fascista, ofuscado
Por la valiente respuesta,
La tomó como una afrenta
Y dijo a los dos armados:

Dada pues la situación,
Tómenlo prisionero
Y que él sea el primero
Que se lleve al paredón.

Y los niños ignoraban
La gravedad de la escena
Y no advertían la pena
Que a Don José embargaba.

Atónitos  en sus bancos
Oyeron al extraño hombre
Como vitoreaba un nombre:
¡Viva Franco, Viva Franco!

Un maestro de Galicia
Que a la muerte caminaba,
Sus lágrimas derramaba
Por semejante injusticia.

Y entonando en re bemol,
Todos los días de escuela,
Los niños en parihuelas
Hoy cantan el Cara al Sol.

Y recitan a Quevedo,
Y leen obras de Machado
Copiándolas al dictado,
Pero jamás en gallego.

Son del triunfo las prebendas,
De la victoria la miel,
De los vencidos la hiel
Y la extinción de sus lenguas.

La muerte de su cultura
Y la de sus adalides,
De los que hoy sus deudos piden
Encontrar su sepultura.

Inspirado en el cuento de Alphonse Daudet, La última clase.
 José M. Ramos. Pontevedra, junio 2014.

jueves, 26 de junio de 2014

Triunfaron bastos

Canta triste la abubilla,
Bajo una lluvia muy fina,
Mientras un hombre camina
Dirigiéndose a la villa.

Lo acompaña una mujer
Que porta un chiquillo en brazos
Y trata de apurar su paso.
Ya comienza a amanecer
Y el bosque da sus bostezos,
Se despiertan los lobeznos
Que ya piden que comer.

Y por entre la maleza
Van rasgando sus harapos,
Pues visten con unos trapos,
Tan  inmensa es su pobreza.

En su cabaña tan fría,
En medio del bosque sita,
El niño que ahora tirita,
Contrajo una pulmonía.

Por las noches no dormía,
Presa de malignas fiebres,
Porque en el pobre pesebre
La humedad lo consumía.

Y pese a todo el amor
Que los padres desplegaban,
En sus flemas él se ahogaba
Y lloraba de dolor.

Vamos a ver al doctor
Que Manolito se muere
Le está subiendo la fiebre
¡Qué nos ayude el Señor!

Y Manuel cogió al pequeño,
Su zurrón y su varal
María, ponte el sayal
¡Lo llevamos al galeno!

Y ahora la lluvia inclemente
Se derrama por sus caras
y se mezcla con las lágrimas
que ella derrama en torrentes.

¡Señor, en nuestra miseria
A tus milagros invoco.
Para ti supone poco
Para mí, es la vida entera!

Cuando Lázaro murió
La vida le devolviste
Y en Canaán todos bebisteis
Cuando el vino se acabó.

Yo solamente te pido
Que no dejes que se muera,
Señor, por lo que más quieras,
Mi hijito tan querido.

Y así la madre imploraba
Mientras la lluvia caía
Incesante, fina y fría,
Para mojar sus  palabras.

Arribaron a la villa
Pasadas ya varias horas
Y con prisas, sin demora,
Abrieron una cancilla.

Golpearon las aldabas
De la puerta del doctor
Y no una vez, sino dos.
Les recibió la criada.

Don José está en el bar,
Les informó la mujer,
Y hasta el atardecer
Seguro no ha de llegar.

A la taberna corrieron
Como Sagrada Familia,
Cuando en horas de vigilia
Del rey Herodes huyeron.

Entraron en el garito
Que olía a tabaco y vino
Un tugurio poco fino
Que regentaba Benito.

Y el médico allí libando,
Cómodamente sentado
Con los naipes en la mano
Con el maestro jugando.

Las copas se disputaban
Con voraz tacañería,
Pues de los dos, quien perdía
Aquella ronda pagaba.

Y no estaban para gastos,
Eran de cartera arisca,
Y en el juego de la brisca
Estaban triunfando bastos.

El maestro, Nicolás
Tenía el tres en la mano
Y el médico muy ufano,
De bastos llevaba el as.

El muy ladino esperaba,
Del maestro en bancarrota,
Una inminente derrota
En la próxima jugada.

Fueron interrumpidos
En su gran concentración
Por frases en aluvión
De aquellos dos campesinos.

D. José se lo rogamos
Que nuestro hijo se va
Casi no respira ya.
¡A usted se lo confiamos!

Y el galeno, asaz hierático,
En la silla de aquel bar,
No hizo más que violar
El juramento hipocrático.

¡Dejadme en paz puñeteros
Que no será para tanto,
Sentaos en aquel banco
Y esperad que acabe el juego!

Transcurrían los minutos
Y el maestro sin ceder,
Con el tres en su poder.
De perder, ya darse un gusto.

El doctor se relamía
Con el as como una maza,
Pues en la siguiente baza
Ganador ya se sabía.

Y ajena al indigno doctor
Aquella pobre criatura
Entre el humo de frituras,
Daba el último estertor.

María casi demente
Y rota por el dolor,
Dio un grito de terror
Que estremeció a los presentes.

Manuel observó al doctor
Como un feroz animal,
Y tomando su varal
Se acercó al jugador.

Le golpeó en la cabeza
Con la rama de algarrobo,
Como hacía con los lobos
Que acechaban sus ovejas.

La sangre mojó el tapete
Y aquel médico arrogante
Con todo el rostro sangrante
Se cayó del taburete.

Y en el suelo una carta
Sobre la sangre flotaba:
As de bastos que ganaba
Aquella partida infausta.

Luego del crimen nefasto,
E interrogado el maestro,
Este dijo aún traspuesto:
¡Sin duda triunfaron bastos!


Inspirado en mi relato del mismo título.
José M. Ramos González. Pontevedra, junio 2014. 

miércoles, 25 de junio de 2014

La Propuesta

Cuando niño ya apuntaba
Maneras de monaguillo,
Mientras los demás chiquillos
Por la aldea correteaban.

De actitud muy pía y pura,
Por todos era admirado,
Por las beatas amado
Y el favorito del cura,

Un caritativo anciano
Que le enseñó los latines,
Sin pretender otros fines
Que hacerlo mejor cristiano.

De joven su devoción
Se hizo firme y poderosa.
Apuesto y de tez hermosa
Se sumergió en la oración.

Una mañana, ante él,
Se presentó un extraño,
Que le dijo, espada en mano,
Ser el Arcángel Gabriel.

«He comprobado, hijo mío,
Tus bondades y pureza,
Tu fe férrea y fortaleza
Contra posibles desvíos.

Satán, esa bestia inmunda,
Siempre te querrá tentar,
Pues el Mal no ha de parar
Hasta lograr que te hundas.

Y para afrontar sin temor
La lucha que has de emprender
Yo te vengo a proponer
Que abomines del amor,

Pues no hay pecado mayor,
Ni más enorme es la injuria,
Que con actos de lujuria
Ofendas a Nuestro Señor.

Si sabes conservarte casto
Y de espíritu fraterno,
De las llamas del infierno
Seguro no serás pasto.




Te prometo que serás
Obispo de mitra y capa
Hasta llegar a ser papa
Y mil honores tendrás.»

Y el muchacho obnubilado
Ante el alado emisario,
De tal porte extraordinario,
De bruces cayó extasiado:

«Ángel que venció a Satán
Te aseguro con fervor
que no pediré al Señor
una Eva como Adán.

Que nunca tendré pareja,
Con mujer no he de yacer
Por mucho que dé placer,
Ni con joven ni con vieja.»

Y tras los años correr
El joven se volvió adulto,
Y entre sus piernas un bulto
Pugnaba por emerger.

La propuesta de Gabriel,
Antaño ya planteada,
Se volvió carga pesada,
Era un sacrificio cruel.

Y el papa en su sillón,
Embriagado de lisonjas
Prodigadas por mil monjas,
Sucumbió a la tentación.

En suntuoso lupanar
Roma se vio convertida
Y entre idas y venidas
Todo el mundo a fornicar.

Y Dios, ante tal caída,
Al ángel Gabriel llamó
Y allí mismo desplumó
Por gestión tan mal traída.

Se extrae pues la moraleja
Que si Satán lleva faldas
La compra de cualquier alma
La tiene puesta en bandeja.
Inspirado en el poema de Voltaire "Azolán
José M. Ramos. Pontevedra, junio 2014.